He encontrado este interesantísimo artículo de Javier Paredes publicado en la web Infocatólica, sobre la película Katin. Lo traigo aquí como complemento de la entrada "Paracuellos y Katyn" que hice en agosto.
Ayer estuve en el estreno de la película de Katin. Fue tal la concurrencia del público que hubo que habilitar dos salas para que pudiéramos verla todos. Animo a verla y sugiero a los profesores de Historia de colegios e institutos que la vean y comenten con sus alumnos, porque si una imagen vale más que mil palabras, ver Katin puede equivaler a leer toda una colección de libros sobre el comunismo.
El drama y el ritmo de la película están perfectamente equilibrados para contar lo que fue la masacre y la losa de silencio y de mentira que sepultó aquellos acontecimientos. Los comunistas no podían tolerar dos cosas a los polacos: ni su patriotismo ni su catolicismo, y eso el director lo cuenta admirablemente. En una de las escenas los soldados del ejército soviético quitan una bandera polaca y la cortan por la mitad, separando la banda blanca de la roja, y vuelven a colocar en su sitio la bandera solo con la banda roja; en otras escenas se ve a los militares polacos con el rosario en las manos o confesándose. Vamos, que no es una película aconfesional y, cuando salimos de la sala, ya se ocupó de recordármelo un personaje, criticando la fotografía de la película y no se que otro detalle técnico. Ojalá me equivoque, pero mucho me temo que el sistema imperante en España va a seguir sepultando en el silencio lo ocurrido en Katin.
Allí me encontré también con esa gran persona y buen historiador que es José Luis Orella, amante de Polonia no podía faltar a la cita. Me presentó a un miembro de la embajada polaca, que se preguntaba en voz alta por el largo silencio sobre Katin. No pude menos de responderle:
- Yo le puedo contar lo de España. Mire usted, comencé a estudiar Historia en la Universidad Autónoma de Madrid en 1969, vivía entonces el general Franco. Pues el 80 % de mis profesores eran marxistas y nos enseñaban la misma ideología que tenían los verdugos que en Katin apretaron los gatillos contra las nucas de los oficiales polacos. No conozco a ninguno de ellos que haya pedido perdón por pervertir las mentes de los universitarios durante la década de las sesenta. Al día de hoy, muchos siguen predicando el materialismo histórico que sostiene que el motor de la historia no es la libertad sino la economía. Pues bien, unos lo camuflan de laicismos desde los púlpitos de la izquierda, y otros lo disfrazan de aconfesionalismo desde la tribunas de la derecha, perdón quise decir desde las tribunas centrorreformistas.
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