Según versión actual propagada por los pseudo historiadores izquierdistas, fueron los “esclavos de Franco”... Para ejecutar la obra se adoptó el procedimiento de adjudicaciones parciales a diversas empresas, tales como Huarte, Molán, Banús, San Román, etc. siendo contratadas libremente las brigadas de obreros por las propias empresas constructoras. Además también se contrataron como obreros a algunos prisioneros, que lo solicitaron libremente, los cuales además de recibir su jornal igual al resto de los trabajadores, redimían penas derivadas de actuaciones penales durante la guerra: por cada día de trabajo redimían dos de su condena. En las inmediaciones de la obra se construyó un poblado para los trabajadores. Los presos participaron exclusivamente en la explanación de la carretera, nunca en la obra monumental que exigía, como es lógico, personal especializado.
Eran hombres que habían cometido delitos durante la guerra como participar en asesinatos en la retaguardia, robos, violencias denunciadas, probadas y juzgadas por los Tribunales. Algunos tenían incluso condenas a muerte que fueron conmutadas por Franco. Contra lo que se viene repitiendo por los revanchistas, mediante nauseabundos y vergonzosos libelos, de que la obra del Valle de los Caídos fue hecha con mano de obra forzada, esto se desmiente radicalmente. Pero en plan de hacer comparaciones, lo hicieron los aliados vencedores en la II Guerra Mundial con los nueve millones de prisioneros alemanes, a los cuales los utilizaron como forzados en Inglaterra, Francia y Canadá, actuando de esa forma contra los convenios de Ginebra.
Así pues, y según Miguel Jiménez Marrero, en su importante y documentado libro “Crónica de medio siglo. 1939-1961”, tomo II, deja constancia de que “en la construcción del Valle de los Caídos trabajaron, junto a los trabajadores contratados, determinado número de presos por diversas causas, que cobraban un salario idéntico al del resto del personal, sirviéndoles el tiempo trabajado, para acogerse a la reducción de penas por el trabajo, que daría por resultado, que en el transcurso de la construcción, y al finalizar ésta, fueron muchos los presos que consiguieron la libertad”.
El coste en vidas humanas de los hombres, que entregaron su trabajo a las varias empresas de muy diferente entidad a lo largo de casi veinte años, según el arquitecto Diego Méndez, no se produjeron más que cuatro accidentes mortales: “Parva, aunque dolorosa contribución a una empresa que requirió millares de brazos y millares de jornadas de dura brega”. Otras fuentes consultadas elevaron la cifra de muertos entre catorce y dieciocho. Merece la pena dejar constancia que durante la construcción de la Cruz no se registró ni un solo accidente.
Cuenta Daniel Sueiro en su libro “La verdadera historia del Valle de los Caídos”, que los barreneros ganaban trescientas cuarenta y cinco pesetas a la semana. La mitad de lo cobrado iba destinado a las familias. Poseían vivienda en el poblado. Hacia 1950 los presos fueron sustituidos por obreros libremente contratados para terminar las obras. Algunos se quedaron allí, como tales obreros.
Cuando visitaba el Generalísimo las obras, los trabajadores recibían una gratificación.
Autor: Eduardo Palomar Baró.
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