Muchos patriotas de toda la vida reniegan de esta España floja y amariconada, que cede sus valores y vende su primogenitura por un plato de lentejas. Tal como están las cosas, es fácil despotricar de la tierra que te vio nacer, incluso maldicen de ella.
Es comprensible. Pero no olvidemos que los patriotas somos los que amamos la España histórica, la que fue y la que deseamos que sea. Aquella en la que reine la justicia y la libertad auténtica. Aquella en la que se respete la vida y la dignidad de las personas.
El utilitarismo que sufrimos hoy en día, el separatismo que se potencia en nuestras tierras, el desprecio por la vida y la decadencia social nos hacen a veces renegar de aquello que más amamos. Sin embargo, como dice P. López, “ni siquiera una situación de enfermedad, decadencia o envilecimiento de la Patria debe menoscabar el patriotismo. Al contrario; en la prueba del dolor del hijo se prueba, a su vez, el auténtico amor de la madre. En una época, como la actual, en que la Patria sufre en su alma y en su cuerpo, los patriotas están obligados a poner en juego su virtud”.
Es comprensible. Pero no olvidemos que los patriotas somos los que amamos la España histórica, la que fue y la que deseamos que sea. Aquella en la que reine la justicia y la libertad auténtica. Aquella en la que se respete la vida y la dignidad de las personas.
El utilitarismo que sufrimos hoy en día, el separatismo que se potencia en nuestras tierras, el desprecio por la vida y la decadencia social nos hacen a veces renegar de aquello que más amamos. Sin embargo, como dice P. López, “ni siquiera una situación de enfermedad, decadencia o envilecimiento de la Patria debe menoscabar el patriotismo. Al contrario; en la prueba del dolor del hijo se prueba, a su vez, el auténtico amor de la madre. En una época, como la actual, en que la Patria sufre en su alma y en su cuerpo, los patriotas están obligados a poner en juego su virtud”.
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